Una millennial santandereana (Colombia) típicamente Leo, criada para perseguir sus metas personales y profesionales.
Crecí como la hija del medio en un hogar feliz. Mis padres se amaban y nos proporcionaron el mejor entorno posible para nuestra infancia. Aunque mi madre era exigente, siempre fue muy amorosa y estuvo dedicada a nuestra crianza de manera especial. Al igual que la mayoría de su generación, mis padres se esforzaron por brindarnos oportunidades que ellos no tuvieron.
Amé mi vida de estudiante
A los 20 años, viví un semestre de intercambio en Buenos Aires y luego regresé a Bogotá, que se convirtió en mi hogar y me brindó las mejores oportunidades para crecer profesionalmente como abogada. Recuerdo con alegría y algo de nostalgia mi vida de estudiante en Inglaterra y España, pero siempre tuve la firme intención de regresar a mi país.
Desde que estudié derecho, me incliné por los temas públicos. He trabajado en derechos humanos durante más de 15 años, convencida de que las personas pueden transformar sus realidades y ayudar a otros a hacerlo reconociendo su dignidad e inclusión.
Me conquistaron con flores y canciones
Hace más de una década, conocí al hombre que me conquistó con flores y canciones, convenciéndome en tres meses para compartir mi vida con él.
Nos casamos a los 27 y decidimos vivir intensamente nuestra relación para estar listos cuando quisiéramos tener un hijo. Ese momento llegó a mis 33 años, cuando el reloj biológico empezó a preocuparme.
Alejo cambió nuestras vidas
En 2020, unos días antes de la pandemia, llegó Alejo a nuestras vidas y las cambió para siempre. Repensamos y reorientamos nuestro rumbo hacia lo que queríamos ser y hacer.
En la construcción de nuestro proyecto familiar, buscando mejores oportunidades para nuestro hijo y nuestra vejez, decidimos mudarnos a Perú. Estamos aprovechando los beneficios que ofrecen las ciudades intermedias para la crianza, y yo he descubierto nuevos sueños, encontrando los nuevos caminos que quiero en mi vida.